domingo, 22 de marzo de 2015

La benevolencia última.

La presente historia relatada por Zhuang Zi, es una crítica a los formalismos sociales. Pone en entredicho que estos puedan o si quiera deban aplicarse a cualquier miembro de la comunidad. Entiende que la verdadera confianza, es ajena estos. 

"Si te tropiezas con un extraño, debes disculparte copiosamente y mostrando mucho remordimiento"
"Si te tropiezas con tu hermano mayor, debes mostrarte preocupado."
"Si te tropiezas con tu padre, no tienes que hacer nada...el amor implica no tener que decir nunca Lo siento"

De la misma manera que explica, el verdadero conocimiento no puede encasillarse en esquemas, la confianza no puede exigir garantías o reciprocidad. Nuestro trato con los otros, con los más allegados, debe ser libre y sin yugos que coarten la relación. 
El amor debe ser libre, igual que lo es Tao. Sin restricciones, sin imperativos o normas. Es un punto especialmente elocuente de su forma de entender el taoísmo, tan diferente a la opuesta escuela confuciana.
No se puede encasillar el amor en una serie de normas de cortesía, no se puede pretender que haya confianza sin permitir pequeños errores. Así sea un padre, un amigo, o un amante. Encarcelar la confianza no es amor. La complicidad es algo diferente. Es una comprensión del otro que trasciende cualquier precepto.
Y esto es algo que no siempre se nos muestra como evidente a todo el mundo. De hecho, la norma común reza la contrario. Cuando entregamos nuestra confianza a otro, esperamos ciertas cosas del otro. Esperamos que cumpla con ciertos ritos.
Esperamos felicitaciones de cumpleaños puntuales, esperamos demostrar nuestro aprecio familiar cenando en navidad, esperamos que nuestra pareja haga algo especial en San Valentín. ¿Realmente son esos códigos los que demuestran nuestro cariño y aprecio? ¿Esa es la forma en la que debemos empaquetar nuestro amor? El verdadero aprecio no entiende de etiquetas formas o fechas. Cuando existe una fraternidad real, perdonamos sin si quiera pensarlo que alguien olvide accidentalmente nuestro cumpleaños o algún tipo de aniversario, lo que cuenta es que exista ese amor y se demuestre de cualquier otra forma. La complicidad ni siquiera requiere de lenguaje verbal para que haya comprensión. 
Los formalismos, las normas de conducta social, solo nos sirven como máscara para desconocidos, lo que "debemos mostrar". A aquellos que amamos, no necesitamos venderles humo, nos aceptan tal y como somos, con virtudes defectos y faltas de memoria. La confianza no requiere fianzas remata Zhuang Zi.

Esta suerte de "sinverguenzería" social, podemos verla de forma más irónica en la escuela cínica griega de Diógenes de Sinope. Discípulo de Antístenes, fundador de dicha escuela. Los cínicos veían la vida de esta forma sencilla y crítica. Sin embargo Antistenes es radicalmente opuesto al pensamiento taoísta que defiende Zhuang Zi. Lo cierto es que se acerca más al budismo en cuanto a su visión de la realidad. "Quisiera enloquecer antes que gozar", decía Antístenes. Por eso el hombre debe procurar liberarse de las necesidades, que lo esclavizan, liberarse de cualquier vínculo social y bastarse a sí mismo. Si bien Antístenes era más ascético, Diógenes era un rebelde, quizá sin causa para la sociedad griega.
Diógenes estaba radicalmente en contra de cualquier uso y costumbre social, los cuales criticaba ponzoñosamente. También apodado como el Sócrates Loco, se declaraba ciudadano del mundo y manifestaba en todas las circunstancias de la vida aquella desfachatez que luego fue proverbial de los cínicos. 
Si bien parten de formas de entender la realidad, lo cierto es que quizás todos deberíamos poner en nuestra diana crítica algunos usos y costumbres sociales, cuestionando si a veces no estamos asfixiando nuestra confianza y amor en otros envolviéndolos en normas innecesarias.

Bibliografía:
Abbagnano: Historia de la Filosofía. Volumen I
Zhuang Zi Speaks,Volumen II.

No hay comentarios:

Publicar un comentario