sábado, 16 de mayo de 2015

Mo Zi y Han Fei, dos formas opuestas de alcanzar la paz y la armonía.

Durante el siglo V a. C. apareció en China una escuela que se preocupaba especialmente por los asuntos del Estado, a saber, la escuela moísta, cuyo principal representante fue Mo Zi. Este fue previamente un gran seguidor del confucianismo, sin embargo, se aparto de esta escuela por considerar, muchos puntos de su doctrina, inútiles o insuficientes.
Uno de los rasgos distintivos, respecto del confucianismo, era que sus integrantes provenían de las clases populares.
El objetivo de Mo Zi era formar personas útiles para el Estado, de modo que se les brindaba una formación militar, a pesar repudiaban la violencia y las guerras, con el fin de disciplinar a los discípulos. Todo ello siguiendo radicalmente un criterio, aquél que les permitiese conocer lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto,…seguir la voluntad del Cielo y su voluntad es el “amor universal”, esta es una de las ideas fundamentales en el moísmo. Con ello abogaban por una absoluta unión de la humanidad, respetándonos y amándonos unos a otros. Una idea, por lo menos a día de hoy, un tanto utópica.
Siguiendo este método, afirmaban que se solucionarían todos los problemas de las sociedades humanas. Lo principal es que el gobernador siga, rígidamente, la voluntad del Cielo, de este modo estará dando ejemplo al resto y, así, todo el mundo ira viendo lo beneficioso que resulta seguir el criterio del “amor universal”, ya que de ello se derivaría una justicia universal, puesto que el Cielo ama a todos por igual y ansía el orden y la paz, por eso se ha de seguir su voluntad.
Por otro lado, Mo Zi habla de un sistema de premio y de castigo, proporcionado por el Cielo y los espíritus, en función de las acciones que se cometan.

Más adelante, en el siglo III a. C., aproximadamente, surgió la escuela legalista, representada por Han Fei-tzu. Esta doctrina sostiene que, por encima de todo, está la ley (fa), pero no cualquier ley sino la Ley del Cielo. En este sentido vemos semejanzas con el moísmo e, incluso, con el taoísmo. La diferencia estriba en que la doctrina legalista acaba convirtiéndose en un sistema totalitario, en el cual el soberano tiene el poder absoluto, legitimado por seguir la Ley del Cielo, aunque si la quebranta será castigado igualmente. Con esto se ve que el objetivo principal es mantener la armonía del Estado por medio de rigurosas normas, a través de la fuerza (shi). Normas que seguirán la Ley del Cielo, que se irán modificando para adaptarse a cada época y que serán impuestas por técnicas de control administrativas (shu). Es importante que el castigo por infringir las leyes sea duro, de modo que nadie se atreva a violarlas, por lo tanto es un sistema intimidatorio, muy distinto de los medios sugeridos por el moísmo o el taoísmo. Con esta última doctrina conecta en la idea del no-actuar, en cuanto que el soberano puede practicar el wu-wei, una vez ha logrado la paz y la armonía social, por lo demás, se podría decir que son totalmente opuestas.
Otro rasgo a destacar de esta escuela es que consideran necesarios, únicamente, a campesinos y guerreros, el resto de clases sociales debían de ser erradicadas.

El objetivo de ambas escuelas es muy similar, difieren en los métodos que adoptan para ello y el resultado, por supuesto sería distinto. En una tendríamos una sociedad unida y 

lunes, 11 de mayo de 2015

El pensamiento Moísta y el pensamiento legalista

Después de los largos siglos de constantes guerras en China, aparecen numerosas vías de pensamiento, cuyo objetivo en común consistía en explicitar cómo debe comportarse un buen gobernador para que no se pudiese volver a otro período de oscuridad y guerras. Así es como nació el pensamiento Moísta, así como el pensamiento de Han Fei. El emperador será el encargado de mantener el equilibrio en el reino, y así su comportamiento determinará la suerte del mundo.

El Moismo, al igual que el Confucianismo,  argumentan sus proposiciones desde un ejemplo ideal de emperadores que una vez en el tiempo mantuvieron el reino en equilibrio y paz. Al principio del mundo todo formaba parte del caos, los hombres se comportaban como fieras salvajes y no se podía encontrar estabilidad en el mundo. El emperador fue quien se impuso sobre los demás hombres y dio estabilidad al reino con su palabra. Los Moistas adoptan un sistema orientado en la moralidad para seguir manteniendo el equilibrio, que se complementa con un sentimiento de amor universal, donde, al contrario que en el Confucianismo que imparte y promueve una jerarquía de clases, el trato de amor hacia los demás implica un sentimiento de igualdad entre todos los hombres.  La idea de justicia también se aleja del confucianismo, ya que para Confucio la justicia implica dejar al hombre en su libre albedrío de tal forma que él mismo se va perfeccionando en el tiempo; para Mo zi, la justicia es un concepto que, dada una sociedad jerarquizada, se debe extender desde la cúspide de la pirámide, es decir, desde las más altas clases hacia las más bajas, de tal forma que el emperador debe ser el ejemplo claro a seguir, y a partir del cual deben tomar ejemplo las demás clases.

Surge después otra escuela llamada “legalista” o “legista”, cuyo pensador más destacado será Han Fei. Para los legalistas, el mundo no debe ser contemplado desde un ejemplar ideal al que debemos orientarnos, si no al contrario, el mundo es tal cual es y no se puede considerar un pasado al que podamos remitirnos, de hecho, incluso en la política para Han Fei todo debe cambiar según se desarrolle el mundo; en vez de impulsar un sistema perenne que permanezca por encima de las circunstancias, el legalismo propone un constante cambio de política apropiado para cada momento del mundo. La escuela legista se opone radicalmente al confucianismo, y como el mohismo, también imparte la doctrina de la equidad y el amor universal. Los legalistas llevan la doctrina moista de que el emperador es quien puede traer la igualdad al mundo, pero llevado a la radicalidad, hasta el punto de que los deseos del emperador suponen lo correcto, y lo que no quiere el emperador es lo incorrecto. El gobernador por tanto se encargará de explicitar una serie de leyes de manifiestan cuál será la voluntad del monarca.


Tanto los moístas como los legalistas coinciden en una práctica constante de rituales, aunque al contrario que el confucianismo niegan una prolongada temporada de luto por la muerte de familiares, ya que para los moístas resultaba caro e improductivo y para los legalistas no suponía ninguna aportación al poder militar del estado. Es curioso que los legistas practiquen la no acción del taoísmo también, dicen que una vez quedan explicitadas las leyes y una vez queden claras, nadie se atreverá a desafiarlas y así el emperador podrá actuar libremente y con la mente vacía. 

                                

Los sistemas de Mo Zi y Han Fei

El impacto de la filosofía confuciana dio lugar a una enorme variedad de seguidores, críticos y detractores. Entre ellos, la escuela legalista y la mohísta no podrían ser más diferentes. Aunque ambas se oponen al pensamiento del Maestro, lo hacen desde puntos de vista distintos, que suponen implicaciones muy alejadas entre sí.

Mo Zi es conocido principalmente por su concepto del amor universal. Este concepto del amor universal hace referencia a un deseo de igualdad entre los ciudadanos. Cuando Confucio afirma que los humanos, de manera natural, gradan los niveles de afecto que sienten hacia unos u otros; Mo Zi sostiene que las personas deben preocuparse unas por otras de igual manera: no importa si esa persona es tu vecino o tu padre.
En Mo Zi también es importante su punto de vista utilitarista, que impregna la base de toda su filosofía. Todo está sujeto a un fin, todo se entiende como orientado a un fin. Además, Mo Zi juzgará las doctrinas según el beneficio que aporten al pueblo.

El primer aspecto en el que coinciden legalismo y mohismo es en su desconfianza hacia la idea de la bondad natural del ser humano. Para Mo Zi, la justicia no es algo innato en los hombres, sino que empieza en la cúspide de la pirámide social y sólo entonces se desliza hacia el resto de los niveles: el gobernante debe dar ejemplo a los súbditos. Han Fei, por su parte, asume que el ser humano es malvado por naturaleza, por lo que la ley debe castigar severamente a quien la incumpla o recompensar a quien se mantenga dentro de sus límites.

Mo Zi también defiende que se establezcan el miedo al castigo y la obediencia hacia los superiores, pero su visión del Estado no es tan radical como la de Han Fei, que proclama un líder autócrata que mantenga un firme control sobre la población mediante tres conceptos: la posición de poder, la técnica y la ley.
Con posición de poder (en chino, shi), Han Fei se refiere a la legitimación del gobernante para seguir en el poder, ya sea mediante el carisma, la fuerza militar o una combinación de ambas. La técnica (shu) hace referencia a la estrategia política, mientras que la ley (fa) tiene el sentido cotidiano que conocemos. Estos son los tres pilares sobre los que el soberano se apoya en el modelo de Han Fei.

Otro aspecto en el que Han Fei y Mo Zi difieren es su visión del progreso: mientras la escuela legalista defiende un progreso necesario e inevitable en la Historia; Mo Zi no cree en esta idea de destino, sino que entiende a los seres humanos dotados de libre albedrío y de la capacidad para comprender (partiendo de los sentidos) y cambiar las circunstancias que los rodean.


A este respecto, Han Fei se adscribe a una concepción del tao que lo entiende como una ley natural que todo y todos están forzados a seguir, incluyendo a gobernantes, súbditos y la misma naturaleza. El gobernante ideal será, por tanto, aquel que haga leyes como si fuera una fuerza imparable de la naturaleza a la que la gente no se puede oponer o resistir.

Wittgenstein y la rectificación de los nombres

En el tercer apartado del capítulo 13 de las Analectas, Confucio nos habla de lo que se conoce como su doctrina de la rectificación de los nombres:

Si el soberano de Wei te confiara el gobierno del país, ¿cuál sería tu primera iniciativa?” El Maestro respondió: «Sin duda sería rectificar los nombres (…). Si los nombres no se corrigen, el lenguaje carece de objeto. Cuando el lenguaje carece de objeto, no puede llevarse a cabo ningún asunto (…). En el tema del lenguaje, un caballero no deja nada al azar.

Esta doctrina de Confucio propone que cada palabra puede y debe referirse a conceptos y objetos reales y que se debe dar a las cosas su nombre. La doctrina de la rectificación de los nombres es una preocupación constante en el pensamiento de Confucio.

Se puede trazar un ligero paralelismo entre las posturas de Confucio y del primer Wittgenstein, para quien el significado de las proposiciones queda determinado por la referencia, es decir, que si una proposición no figura ningún hecho, a la proposición no se le puede asignar un valor de verdad y, por tanto, no posee significado.

Ambos defienden una postura realista, que sostiene que la realidad puede ser conocida y descrita y que es accesible mediante el lenguaje. También comparten una postura respecto a las limitaciones del lenguaje para expresar información acerca de “lo que está más allá de él”. A este respecto resulta muy reveladora la afirmación de Confucio “Allí donde un caballero no sabe, debe callarse” (13.3), que nos recuerda a la célebre proposición 7 del Tractatus: “Sobre lo que no se puede hablar, hay que guardar silencio”. También refuerza esta relación la afirmación de Simon Leys en el prólogo de su edición de las Analectas, que, a su vez, se basa en el ensayo de Elías Canetti:

Lo esencial está más allá de las palabras: todo lo que puede ser dicho es superfluo (...). No negaba la realidad de lo que está más allá de las palabras, simplemente ponía en guardia contra la locura de intentar alcanzarla con palabras. Su silencio era una afirmación: existe una realidad de la que no podemos decir nada.

Sin embargo, Confucio no concebía dentro de esta realidad las relaciones interpersonales dentro de una sociedad, sino todo lo contrario: para conseguir la armonía social, se deben respetar una serie de relaciones jerárquicas entre categorías, tales como “de padre a hijo” o “de marido a mujer”. Esto supone que existe una única manera correcta de ser padre, de ser hijo o de ser marido. Cualquier variación que se salga de estas categorías se aparta de la armonía social.

De este modo, un gobernante que no es bueno con sus súbditos no puede ser llamado correctamente gobernante. Esta postura encierra un lado oscuro: estas categorías son cerradas, por lo que sólo hay una manera correcta de ser padre, de ser mujer o de ser súbdito. Y todo lo que se salga de esta categoría también está fuera de la armonía social.

La crítica que se hizo Wittgenstein a sí mismo puede orientarnos para hacer una crítica a Confucio. El segundo Wittgenstein defiende que ¬la función descriptiva es sólo una de las muchas funciones del lenguaje. El sentido de una proposición no está exclusivamente en la referencia, sino en su uso.

Confucio, como el primer Wittgenstein, entiende el lenguaje de una manera excesivamente simplista: las palabras pueden encerrar distintos significados en función de un contexto. Reducir la realidad a una categorización cerrada en unas pocas posibilidades es perder matices.

domingo, 10 de mayo de 2015

Autoritarismo versus Utilitarismo: un breve examen del pensamiento anti-confuciano.

El acercamiento al pensamiento a Han Fei y Mozi es inevitablemente político, pero desde dos puntos de vista claramente contrarios.
En cada extremo podemos encontrar diversos enfoques de vista que han sido desarrollados por la filosofía política occidental. Autoritarismo y Utilitarismo,.
Ambos pensadores, posteriores a Confucio, anhelan romper su tradicionalismo y evolucionan de manera radicalmente diferente, dejando a un lado las abstracciones del Cielo y buscando una praxis efectiva desde dos enfoques distintos del ser humano, muy lejano a la no-acción (wu wei) taoísta y confuciana.
Su escuela, la escuela legalista y la moísta respectivamente, se oponen al “naturalismo” confuciano de la ley del cielo. Su punto de partida son los hombres, no el cielo. Nos podría recordar a Protágoras y su cita “El hombre es la medida de todas las cosas”. Son escuelas que quieren dejar a un lado los misticismos, su desarrollo se centra en lo estrictamente humano. Sin embargo ¿Cómo perciben al hombre?

La escuela legista, fundada por Han Fei, sin duda de una forma un tanto infantil: se trata de un ser guiado por premios y recompensas que precisa del firme poder de un monarca para progresar. Así pues, este sería un punto de vista más Hobessiano, que nos recordaría el poder del monarca, al poder del Leviatán, como inevitablemente necesario para el funcionamiento de un Estado. El respeto por la ley, ya no será humanista o acorde a algún tipo de orden natural. La ley está por encima de cualquier cosa.  El hombre vence al cielo. No basta el simple ejemplo. Se precisa de un gobierno firme, que imponga la autoridad. Ley, fuerza, instituciones. Esos serán los pilares de su autoritarismo. La base en su jerarquía piramidal. Su visión del mundo es mucho más dogmática, muy alejada del humanismo confuciano de “El gobierno es los hombres y no de las leyes”.
La ley, Fa, es su concepto central, pero sus leyes no son positivas. No aspiran a que las personas actúen bien, si no simplemente a conseguir que no actúen mal. El ser humano es un ser determinado por sus condiciones económicas y no sus sentimientos morales (Hume se horrorizaría de conocer este pensamiento). Esta suerte de materialismo, era también histórico, pues era pragmático, en tanto que las instituciones debían cambiar según las condiciones de cada circunstancia.

Por otro lado, Mozi se nos aparece en el extremo más benevolente: preconiza el amor universal frente a la frialdad de Han Fei. Su punto de partida es utilitarista, pero a nivel positivo, se busca el bien universal, sin importar el costo. La visión de los mohista, es siempre práctica. Consideran a Confucio, de hecho, un simple charlatán por no ser capaz de llevar a las praxis su ideario. No busca definir a la humanidad o simplemente buscar la virtud como algo abstracto, quiere llevar a cabo la verdadera búsqueda del bien para la sociedad, promulgado así mismo, desde el amor universal. En este sentido, algunos lo consideran el “primer Jesucristo”. Su praxis es severa, llegando al punto de considerar la música un gasto excesivo. Así mismo ocurre con los valores: la lealtad o la justicia son relativas al aprovechamiento social que estas lleven consigo. Su propio principio de amor universal es utilitarista: debemos amarnos unos a otros, pero no como algo abstracto o conceptual, si no porque esto hace que la sociedad funcione mejor.

En ambas posturas, claramente anti-confucianas, lo que más llama la atención es el utilitarismo como centro. En uno, desde el poder de la autoridad, haciendo funcionar lo mejor posible. En otro, buscando la fraternidad universal como eje del mejor rendimiento social. Los legistas defienden la jerarquía, mientras que los moístas serán en este mucho más igualitarios, siendo a veces vistos como los primeros proletarios según algunos comentaristas marxistas.


Confucio: la búsqueda del poder ilustrado.

En las Analectas de Confucio se ven claramente reflejados los principios de la escuela que le rinde homenaje: Armonía, virtud y equilibrio. No obstante, debe observarse, que al igual que el resto de pensadores, su pensamiento también fue posteriormente manipulado dando una idea un tanto pervertida de lo que supone su pensamiento original.
Confucio es un pensador mesurado, fiel a las tradiciones, pero no por ello necesariamente dogmático, si no todo lo contrario. Su búsqueda, es la búsqueda de la virtud a todos los niveles, a nivel individual y por supuesto, la virtud en el Estado. La armonía, es decir la ley del cielo debe estar presente en todo. La ley del cielo y la virtud estarán siempre en consonancia. Llama la atención que en ningún momento llega a definirlas, pues al fin y al cabo, son inefables, pero no porque sean inaprensibles, si no porque sencillamente, su comprensión es inmediata y está más allá de las palabras.

5.13. Zigong dijo: «Podemos recopilar los puntos de vista de nuestro Maestro sobre la
cultura, pero no es posible oír sus opiniones sobre la naturaleza de las cosas y la Vía del
Cielo.»

15.41. El Maestro dijo: «Las palabras sirven simplemente para comunicar.»

En cuanto a la política, es inevitable encontrar ciertas similitudes entre las Analectas y la República de Platón. Confucio,al igual que Platón, ambiciona llevar a la práctica un estado de gobierno ideal, en el cual gobiernen los más sabios, los hombres de virtud: los eruditos. Solo la educación lleva a los hombres a la virtud. Solo un hombre sabio es virtuoso. Solo debe gobernar aquel que pueda predicar con el ejemplo, el cual será, por supuesto, el hombre virtuoso. “El gobierno es de los hombres, no de las leyes”

11.1. El Maestro dijo: «Antes de ocupar un cargo, los plebeyos deben profundizar primero
en el conocimiento de los ritos y de la música, mientras que los nobles pueden dejarlos para
después. Si yo tuviera que nombrar funcionarios, elegiría entre los primeros.»

20.3. Confucio dijo: «Quien no entiende el destino es incapaz de comportarse como un
caballero. Quien no entiende los ritos es incapaz de establecerse. Quien no entiende las
palabras es incapaz de entender a nadie.»

Asi pues, vemos como Confucio, elige al hombre sabio sobre el hombre poderoso. Cuando habla de los caballeros, se refiere en todo momento a hombres de gran virtud, a la élite moral y no a ninguna suerte de nobleza natal. Un rey gobierna por su fuerza moral. “El pilar es la confianza. Su autoridad descansa siempre en su capacidad de predicar con el ejemplo.

4.23. El Maestro dijo: «El autocontrol rara vez le lleva a uno a equivocarse.»
12.16. El Maestro dijo: «Un caballero saca lo mejor de la gente, no lo peor. Un hombre
del vulgo hace lo opuesto.»

4.17. El Maestro dijo: «Cuando veáis a un hombre honrado, intentad imitarlo. Cuando
veáis a un hombre que no es honrado, examinaros a vosotros mismos [examinad si tenéis
los mismos defectos].


Da tanto valor al conocimiento en lo respectivo a la moral, que en ocasiones, recuerda a la ética socŕatica: si un hombre se equivoca, no lo hace por maldad, si no por mero desconocimiento.

4.4. El Maestro dijo: «Cuando se busca realizar la humanidad, no hay lugar para el mal.

El hombre sabio, es solo virtuoso a la manera aristótelica de la práctica de la virtud, estas virtudes las practica solo porque conoce la ley del Cielo, porque está en armonía con este, y por ende, las reproduce. “La educación no tiene que ver con tener, si no con ser”

20.3. Confucio dijo: «Quien no entiende el destino es incapaz de comportarse como un
caballero. Quien no entiende los ritos es incapaz de establecerse. Quien no entiende las
palabras es incapaz de entender a nadie.»


Bibliografía: Analectas. Traducción de Simon Leys

Un pequeño paréntesis.

Casi cerrado el curso me gustaría compartir con vosotros un vídeo muy interesante que encontré hace tiempo que espero que nos sirva en un futuro cercano para seguir descifrando algunos poemas de Tao Te Ching o las Analectas de Confucio.