lunes, 13 de abril de 2015

Coincidencias entre Lao Tsé y Schopenhauer

                 El concepto de Tao en el Tao Te Ching es el de un principio inefable, eterno y presente en todas las cosas. Esta idea de un principio constituyente de todo lo real puede relacionarse con el arjé griego, central en la filosofía de los presocráticos. Especialmente notables son las similitudes con la filosofía de Heráclito. Sin embargo, en este comentario voy a centrarme en varias similitudes que la visión del Tao que aparece en esta obra tiene con la concepción de la Voluntad en Schpenhauer.
Tras leer a Platón y a Kant, Schopenhauer fue profundamente influenciado por la filosofía oriental, especialmente por los llamados Upanishads, textos sagrados del hinduismo; y por la filosofía budista. Además fue uno de los primeros grandes introductores del pensamiento oriental en Occidente, al adaptar conceptos de la filosofía oriental e introducirlos en su sistema. Incluso llegó a ser llamado el “Buda” de Frankfurt.
La Voluntad, como el Tao, es un principio que está presente en todas las cosas pero que las trasciende: no se ve afectado por nada más. La Voluntad schopenhaueriana es ajena a las determinaciones del espacio y el tiempo (lo que Schopenhauer llama representación), de la misma manera que el Tao es “anterior al Cielo y la Tierra”. Así, los seres que, como los humanos, se mueven dentro de una representación, no pueden acceder al conocimiento sobre la Voluntad.
No obstante, dado que la Voluntad, como el Tao, está presente en todos los seres, se puede alcanzar un cierto conocimiento sobre ella. Este conocimiento no se puede reducir a lo racional ni se puede, por tanto, expresar con palabras. Esta idea es semejante a la que defiende Lao Tsé cuando dice que “el que lo conoce no habla de él, el que habla de él no lo conoce” o que “el Tao permanente no tiene nombre”.
La Voluntad no tiene ningún fin ni objetivo, sino que actúa ciegamente a expensas del sufrimiento humano. Esta cosmovisión impregna la obra de Schopenhauer de un profundo pesimismo, que también recuerda a algunos fragmentos del Tao Te Ching: “El Cielo y la Tierra no tienen benevolencia, para ellos los seres son sólo perros de paja.” El Libro del Tao también advierte contra las dialécticas del deseo, contra lo rápidamente que los deseos y la felicidad se convierten en desgracia (“La desgracia en la felicidad se esconde”). Schopenhauer, de la misma manera, consideraba que el principio más irreductible del hombre y de todos los seres, era el querer, la voluntad: todo ser que existe desea de forma ciega e insaciable, lo que hace oscilar la vida entre el sufrimiento causado por no tener lo que se desea y el aburrimiento provocado, precisamente, por tenerlo. Ambos son igual de insoportables. Mientras tanto, en el Tao Te Ching se dice: “No existe mayor delito que el poder del deseo, no existe mayor calamidad que no conocer la saciedad”

Finalmente, para Schopenhauer, la única salida a esta dialéctica de aburrimiento y necesidad pasa precisamente por desprenderse del deseo y llevar una vida ascética hasta que se vuelva al seno de la Voluntad. Esta idea bien puede vincularse con el Wu Wei, el principio práctico del Taoísmo: “alcanzar la vacuidad es el principio supremo (...) todos y cada uno de los seres retornan a su raíz”.

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